Moda y Fotografía
Artistas en la Budapest comunista
Moda para la clase obrera
Última actualización el May 21st, 2020
Última actualización el May 21st, 2020
A principios del siglo XX, Budapest era una metrópolis realmente atractiva que se caracterizaba por su grandiosa e histórica arquitectura y una intensa vida social. Tras la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Austro-Húngaro se desmoronó y, al estar del lado de los perdedores, el territorio húngaro fue reducido de manera significativa. A pesar de estas circunstancias, el país siguió desarrollándose y creciendo durante las dos Guerras Mundiales. Durante este periodo, la romántica arquitectura de Budapest se enriqueció con edificios de estilo Art Nouveau como los Baños Gellért, así como con edificios de estilos Art Decó y Bauhaus, como por ejemplo la sala de control de la Planta Eléctrica de Kelenföld.
A principios del siglo XX, Budapest era una metrópolis realmente atractiva que se caracterizaba por su grandiosa e histórica arquitectura y una intensa vida social. Tras la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Austro-Húngaro se desmoronó y, al estar del lado de los perdedores, el territorio húngaro fue reducido de manera significativa. A pesar de estas circunstancias, el país siguió desarrollándose y creciendo durante las dos Guerras Mundiales. Durante este periodo, la romántica arquitectura de Budapest se enriqueció con edificios de estilo Art Nouveau como los Baños Gellért, así como con edificios de estilos Art Decó y Bauhaus, como por ejemplo la sala de control de la Planta Eléctrica de Kelenföld.
La gloria cosmopolita que era tan típica de Hungría durante las primeras décadas del siglo XX acabó con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. El país, que se convirtió en un campo de batalla, fue primero ocupado por los alemanes y después por los rusos. Los bombardeos destruyeron gran parte de Budapest y, para colmo, las tropas desertoras volaron todos los puentes de la ciudad.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Hungría formó parte del bloque comunista hasta 1989. Durante este período, él que había sido un país abierto y activo a nivel internacional quedó prácticamente aislado de occidente, y ese dinamismo tan típico de Budapest desapareció durante mucho tiempo.
De acuerdo con los principios del comunismo, el libre mercado y la competencia financiera dejaron de existir desde los años 50 y prácticamente todo, incluyendo la fotografía, el periodismo, la moda y el resto de la industria se centralizó y cayó en manos del control del estado y de una estricta censura. Por ejemplo, el trabajo de los artistas se clasificaba y se aprobaba o se prohibía su exhibición de acuerdo con el sistema conocido como 3T: Prohibido, Tolerado y Apoyado.
Los fotógrafos estaban obligados o bien a entrar en el sistema y crear obras propagandísticas en las que básicamente se trataba de hacer un retrato heroico y glorioso de la clase obrera, o intentar tratar temas políticamente neutrales, temas que partían de realidades cotidianas con la intención de convertirlos en universales. Este tipo de regularizaciones llevó más tarde a focalizar en el análisis de la relación entre fotografía y realidad, lo que desencadenó en el nacimiento de una obra artística mucho más consecuente.
Al mismo tiempo, a pesar de la dictadura, los artistas pudieron aprovecharse del nuevo tipo de autonomía artística porque, sin el mercado del arte, no tenían que atraer a clientes o galeristas.
De la misma manera, el mundo de la moda estaba controlado por el estado central y fuertemente afectado por el aislamiento internacional. Durante los años 50, los salones de moda y los talleres de costura fueron nacionalizados, y la moda se decidía a nivel central, en el Instituto de Moda Húngara, basada principalmente en objetivos económicos planificados en lo que a la industria textil se refiere y de acuerdo con las directrices políticas.
Durante estos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en un sistema que apoyaba la uniformidad tanto como la igualdad, la elegancia y el estilo se convirtieron en algo así como “anti-régimen”. La ropa dejó de cumplir las fantasías vistas en los maniquís para convertirse en simples y prácticas piezas hechas con telas baratas y mostradas por las mujeres jóvenes (principalmente miembros de la Organización Democrática de Mujeres Húngaras) que trabajaban en el espíritu de una emancipación forzada.
Espíritus Rebeldes - Motín contra el Conformismo
Desde 1968, principalmente debido al impacto de la Primavera de Praga, la dictadura comunista empezó a suavizarse de manera significativa. A partir de los años 60, la uniformidad obligatoria dejó de tener importancia, y temas como el feminismo y la individualidad dejaron de considerarse temas políticos. Aunque las tiendas siguieron vendiendo sólo la ropa especificada por las tendencias de moda centrales, durante las siguientes décadas más y más gente tenía acceso a tejidos occidentales (principalmente mediante contrabando) que usaban para hacer ropa elegante a partir de patrones que encontraban en revistas como Burda, las cuales también entraban al país de contrabando.
Gracias al clima de progreso económico de esta era, se construyeron nuevos edificios en todo el país que reflejaban las ambiciones sociales y que usaban elementos modernos de diseño. Como resultado, Hungría puede considerarse hoy en día como una “mina de oro retro”. Una de los ejemplos más emocionantes de la arquitectura modernista en Hungría es el edificio del Hotel Ezüstpart.
Como resultado de la suavización de las regulaciones políticas, el aislamiento del país disminuyó durante los años 70’s y 80’s. Más personas podían viajar al extranjero, de manera que las tendencias internacionales podían llegar al país de manera mucho más libre. Minifaldas, pantalones de campana y el estilo hippie por fin se pusieron de moda en Hungría.
Al mismo tiempo, dentro de esta atmósfera más abierta, la nueva generación que había nacido después de la guerra emergió y trajo con ella rebeldía y nuevas tendencias que aparecieron en el mundo del arte y la moda. Durante los años 70’s, un fuerte movimiento Neo-Vanguardista empezó a evolucionar en las exposiciones ilegales. Una representante importante de este movimiento fue Dóra Maurer, quien se hizo mundialmente famosa por su trabajo experimental basado en la fotografía y el cine. Hoy en día, su trabajo se puede ver en lugares como el MoMA de Nueva York y en el Albertina en Vienna.
Otro gran artista del Neo- Vanguardismo fue Tamás Szentjóby, quien introdujo el “fluxus” y el “happening” al público húngaro. Más tarde fue censurado en el país porque su trabajo protestaba abiertamente contra el sistema político y por su participación en el movimiento “samizdat” (publicación “underground”).
En el día en que se conmemoraba el abandono de Hungría por parte de las tropas soviéticas, Szentjóby, en uno de sus proyectos más emocionantes y provocativos, cubrió la Estatua de la Libertad, uno de los monumentos más emblemáticos de Budapest en la cima de la colina Gellért, con tela de seda de paracaídas, convirtiendo la estatua en un fantasma flotando sobre la ciudad, como si del embrujado pasado se tratase.
En los años 80’s y 90’s, estas tendencias progresistas y rebeldes empezaron también a aparecer en el mundo de la moda de manera sorprendente. En lo que a cuestionar las normas sociales mediante la moda se refiera, Tamás Király fue el diseñador más destacado.
Király combinaba desfiles de moda insólitos que acercaban el género al arte de performance, y domesticaba así el teatro de la moda. Además, no trabajaba con modelos. Para sus desfiles, contrataba a mujeres regordetas, hombres tatuados y gente con síndrome de Down.
Király fue muy apreciado y reconocido por la industria de la moda a nivel internacional. Tuvo desfiles de moda junto Vivienne Westwood y Yoshiki Hishinuma, y después de su desfile en Berlin en 1988, la revista Stern lo nombró “el Papa de la moda”. Su trabajo se publicó en las revistas Vogue y i-D.